Bienes culturales en Fortanete

Patrimonio

Entre sierras, valles y montañas, barrancos y altos prados, se encuentra Fortanete, un municipio del Maestrazgo turolense a 1.353 metros de altitud. 

Parte de nuestra historia

El origen histórico del pueblo de Fortanete hunde sus raíces en la Edad Media. En el año 1.202 Pedro II, rey de Aragón, donó el castillo y villa de Fortaner a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, pasando así a formar parte del señorío de dicha orden militar.

Fue un lugar de frontera bajo jurisdicción sanjuanista durante la época de la reconquista del reino moro de Valencia (s.XIII). De esta época se conserva el castillo que corona la villa y restos de la muralla que rodean el caserío. En los siglos posteriores se consolidó un sistema feudal, basado en la explotación agropecuaria del territorio, donde la trashumancia ganadera tuvo gran importancia. De está etapa datan las primeras masadas, un modelo de población muy disperso e idóneo para un territorio tan amplio como es este. 

Los siglos XVI y XVII fueron periodos de prosperidad económica, con la casa consistorial, la iglesia parroquial, casas solariegas, ermitas y otras edificaciones que constituyen lo más interesante del patrimonio monumental de la villa. Y también, creció demográficamente abandonando las faldas del castillo y trasladando el eje de la vida municipal más al sur. 

A mediados del s.XVIII se produjo un fuerte incremento de la población. Y el s.XIX se conoce como una etapa de convulsiones políticas y sociales. El momento de máxima virulencia tuvo lugar con las guerras carlistas, una época con fuerte impronta en las gentes de todo el Maestrazgo. Pero a finales de este siglo fue cuando Fortanete alcanzó su máximo histórico de población con más de 1.700 habitantes.

Tras la Guerra Civil del 36, llegó la dura postguerra que influyó decisivamente en la despoblación de estas tierras. Fortanete es hoy un municipio que lucha por su futuro, y que resiste a perder su memoria colectiva y su identidad como pueblo. 

 

Patrimonio cultural y turístico

La visita a un pequeño pueblo de montaña como es Fortanete resulta siempre grata, pero algo a tener en cuenta es el momento del año: nieve y viento en el frío invierno; calor y animación en verano; bullicio y alegría en las fiestas mayores. 

Agricultura y ganadería

municipio serrano

En la comarca turolense del Maestrazgo, entre montañas y pinares, encontramos este pequeño pueblo que antaño fue una villa bien poblada y próspera.

El pueblo se halla situado en el valle del Río Fortanete, entre dos robustas alineaciones montañosas: la Sierra de La Cañada y las Sierras de Tarascón y Las Lastras con cumbres que sobrepasan los 1.800 metros de altitud. El término municipal es muy extenso, con una superficie de 16.756 hectáreas, la mayor parte cubierta de bosque de pinos, con rica fauna.  

En sus alrededores, extensas praderas que nos adelantan antes de entrar en el casco urbano la importancia de su economía. Actualmente, el pueblo acoge a tan solo dos centenares de vecinos dedicados no sólo a labores agrícolas y ganaderas, sino también a la construcción y el sector servicios. 

El campo como medio de vida

La ganadería siempre ha sido un pilar fundamental en esta población. Ya en el siglo XVI con la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, la riqueza ganadera permitió el desarrollo de una manufactura textil de lana, que exportaba hacia las regiones de Levante y Cataluña, siendo muy apreciada y valorada. En las primeras décadas del siglo XX desaparecen los últimos vestigios de la manufactura textil de Fortanete, cerrando los últimos telares. Aún hoy una parte de la población vive del ganado y del trabajo de la tierra, donde prima el cultivo del cereal, demostrando la capacidad de estos sectores para fijar población en los pequeños pueblos de Teruel. 

También la madera "bujo" ha dado trabajo en este pueblo. Por ser una madera muy dura y resistente y, bien trabajada por manos expertas sirvió para fabricar utensilios de gran utilidad en la vida diaria, desde enseres para la cocina hasta complementos para el ganado como los badajos de las esquilas. Aún hoy podemos admirar a los últimos artesanos de la talla en madera de boj.